La Navidad es una época de regalos, de celebraciones y reuniones familiares, que están relacionadas con el nacimiento de Jesús. Sin embargo la verdad de esta fecha corresponde a otros factores históricos que involucran al poderoso Imperio Romano, como así también a ritos paganos de la antigüedad.
De acuerdo a la historia, podemos leer que las Navidades celebradas el 25 de diciembre, surgieron casi dos siglos después del nacimiento de Jesús por lo que, incluso después de su nacimiento, las Navidades se seguían celebrando en torno a la figura de Saturno que los romanos implantaron.
Los romanos celebraban la “Saturnalia”, que era un festival que representaba el solsticio de invierno y honraban al dios Saturno. Esta fiesta se celebraba cuando el sol estaba más bajo en el cielo y, así, los días se hacían más largos. Eso simbolizaba el crecimiento. Durante esta época se honraba a Saturno, dios del Sol y del fuego. También era relacionado con la agricultura, pues esta necesitaba el sol para poder sembrar y que las cosechas crecieran.
En estas fiestas de Saturnalia, también se intercambiaban regalos unos con otros. Y como es de suponer, esto tampoco es una tradición relacionada con el cristianismo. Por eso que se hace obvio que durante estas fechas, no hacemos ofrendas a Dios, si no que las hacemos entre nosotros mismos en forma de regalos, olvidando completamente la figura del nacimiento de Jesús.
De acuerdo a lo que nos enseña la Biblia en el evangelio de Mateo capítulo 2, el cual nos dice: “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, Que apacentará a mi pueblo Israel. Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”.
De acuerdo a lo que nos enseña la biblia, en el momento que los Reyes Magos le ofrecen obsequios al niño Jesús, es lo que en realidad debería ser la Navidad: una fecha para hacer ofrendas al Señor Jesús.
Vuelvo a insistir, el 25 de diciembre no fue elegido para la Navidad porque fuese el nacimiento de Jesús, si no que era la mejor formar de sustituir la Saturnalia, una celebración pagana que, cuando el mundo cristiano se impuso, debía ser totalmente exterminada.
Al concluir esta reflexión puedo decir que la explicación más consistente de los historiadores es que el origen de la Navidad estuvo relacionado con una serie de decisiones tomadas por los altos mandos de la iglesia cristiana en los siglos III y IV. Entre ellas, se considera como la más determinante, la moción del Papa Julio I en el año 350 d. C. para establecer la navidad el 25 de diciembre. Esto finalmente fue decretado 4 años después por el Papa Liberio.
En el evangelio de Lucas capítulo 2, encontramos el siguiente relato: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho”.