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Desde el Aysén profundo

No juzguemos por las apariencias

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Vivimos en un tiempo donde juzgar por la apariencia es una práctica cotidiana y que consiste en formar una opinión sobre una persona o cosa. La apariencia es el aspecto exterior, es la verosimilitud, probabilidad, cosa que parece y no es. Es la manera de presentarse a la vista o al entendimiento de una persona.

El riesgo al hacer este juicio, es que nos puede llevar a conclusiones erróneas.

La Biblia en el Evangelio de Juan Capítulo 7, registra una enseñanza de Jesús con respecto a este tema: “No juzguen por las apariencias; juzguen con justicia”.

Al investigar sobre este tema he descubierto que, la discriminación por la apariencia, también conocida como «aspectismo», puede afectar nuestra autoestima, nuestra confianza en la apariencia y las oportunidades que podemos tener para un empleo y educación.

Todos en lo interno de nosotros, tenemos el deseo de sacar conclusiones de algo o alguien sin haberlo conocido y sin estar documentado e informado, y esto se produce por el uso que le damos a la lógica y la razón.

Según las personas que han investigado este tema, señalan que las razones de  las personas que juzgan por la apariencia, generalmente son:

  • Por una finalidad psicológica.
  • En una sociedad con interacciones rápidas y superficiales, ya que la cara es un gran estimulante social.
  • En el entorno laboral, la apariencia refleja la profesionalidad y el pensamiento de uno mismo.

Sin embargo, los profesionales señalan que los rasgos de carácter y la fisonomía no están relacionados de ninguna manera, por lo tanto, no deberíamos juzgar a las personas por su apariencia.

Todos hemos hablado de una persona sin haberle conocido ya sea positiva o negativamente y, la mayoría de las veces se equivocan nuestros conceptos.

Generalmente nosotros los seres humanos somos expertos en hablar de lo interno de una persona, enfocándonos en la apariencia física. Esta es una de las razones por las cuales cometemos tantos errores al momento de confiar y escoger a alguien.

Desde la perspectiva bíblica, podemos decir que: “La apariencia oculta tu realidad delante de los hombres, pero delante de Dios seguiremos al descubierto”.

Si un día vemos a un joven fumando drogas, nosotros podemos decirle hacia dónde va. De la misma forma, si vemos a un joven estudiando en la universidad podremos decirle hacia dónde va a llegar.

No debemos olvidarnos que, si cambiamos la condición de nuestro presente podemos cambiar el destino de nuestro futuro. ¿Por qué? Porque nuestra vida está sujeta a cambios. Lo único que no cambia es la verdad.

La apariencia es la manera en que nos presentamos ante las personas. Nuestra apariencia todas ellas la pueden ver pero, el corazón solo lo ve Dios.

Por esta razón debemos hacer lo que nos dice la Biblia en el libro de Proverbios capítulo 4: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida”.

Nuestra apariencia todas las personas la ven, pero el corazón solo lo ve Dios. Dios no te juzgará por cuantas veces te vestiste bien o cuantas veces te pintaste la cara. Dios te juzgará por lo que hay en tu corazón, por lo frutos que diste mientras estabas temporalmente en la tierra.

En el evangelio de Mateo capítulo 7, la Biblia dice: “Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo y un árbol malo no puede dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos los conocerán”

»Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó y grande fue su ruina».

He aprendido con los años de experiencia que,  actualmente lo superficial ha sustituido lo verdadero. Al momento de escoger a alguien para algún cargo siempre lo escogen por su parecer, ya nadie busca frutos, por eso vemos tantos desastres en nuestra nación por los gobernantes que rigen nuestro país.

Concluyo diciendo que: Dios no necesita una persona que haya hecho un doctorado en medicina para usarlo en sanidad, nuestro Dios no necesita una persona que haya estudiado ingeniería para mandarlo a construir, Dios no necesita un maestro de literatura para liberar a un pueblo de la esclavitud, Dios solo necesita a alguien que le crea, porque un hombre con fe puede vencer cualquier obstáculo, porque Dios peleará sus batallas.


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