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La mayoría de las enseñanzas de la Biblia, fueron escritas para las personas que vivían en los sectores rurales. Estas personas estaban familiarizadas con el trabajo de la tierra, el manejo del ganado y la producción de cultivos.

Es por eso que al leer los evangelios en el Nuevo Testamento, encontramos parábolas relatadas por Jesús, las cuales se refieren a la vida agrícola. Esto nos lleva a encontrar en la Biblia muchas referencias a la siembra y la cosecha, y los principios que aprendemos es que: “Sembrar y cosechar es una ley de la vida, es decir lo que sembramos, eso cosechamos”. Lo importante de esto es que: “la persona, cosecha aquello que siembra”. “Esto nos lleva al relevante resultado que, cosechas más de lo que siembras y siempre la cosecha, será después de que siembras”.

En el Evangelio de Marcos capítulo 4, tenemos la siguiente enseñanza de Jesús sobre un agricultor que salió a sembrar: “¡Escuchen! Un agricultor salió a sembrar. A medida que esparcía la semilla por el campo, algunas cayeron sobre el camino y los pájaros vinieron y se las comieron. Otras cayeron en tierra poco profunda con roca debajo de ella. Las semillas germinaron con rapidez porque la tierra era poco profunda; pero pronto las plantas se marchitaron bajo el calor del sol y, como no tenían raíces profundas, murieron. Otras semillas cayeron entre espinos, los cuales crecieron y ahogaron los brotes, así que esos brotes no produjeron grano. Pero otras semillas cayeron en tierra fértil, y germinaron y crecieron, ¡y produjeron una cosecha que fue treinta, sesenta y hasta cien veces más numerosa de lo que se había sembrado!». Luego les dijo: «El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda».

Más tarde, cuando Jesús se quedó a solas con los doce discípulos y con las demás personas que se habían reunido, le preguntaron el significado de las parábolas. Luego Jesús les dijo: «Si no pueden entender el significado de esta parábola, ¿cómo entenderán las demás parábolas? El agricultor siembra las semillas al llevar la palabra de Dios a otros.

Las semillas que cayeron en el camino representan a los que oyen el mensaje, pero enseguida viene Satanás y lo quita. Las semillas sobre la tierra rocosa representan a los que oyen el mensaje y de inmediato lo reciben con alegría; pero como no tienen raíces profundas, no duran mucho. En cuanto tienen problemas o son perseguidos por creer la palabra de Dios, caen.

Las semillas que cayeron entre los espinos representan a los que oyen la palabra de Dios, pero muy pronto el mensaje queda desplazado por las preocupaciones de esta vida, el atractivo de la riqueza y el deseo por otras cosas, así que no se produce ningún fruto.

Y las semillas que cayeron en la buena tierra representan a los que oyen y aceptan la palabra de Dios, ¡y producen una cosecha treinta, sesenta y hasta cien veces más numerosa de lo que se había sembrado!».

Estimadas y estimados, sembrar y cosechar es también una ley del mundo espiritual. Es más que un principio agrícola. Es una regla de vida que cosechamos lo que sembramos.

En la Carta a los Gálatas capítulo 6, el Apóstol Pablo nos dice: «No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra”.  Nuestras acciones de acuerdo a este principio bíblico, tienen consecuencias inherentes. El mundo funciona bajo la ley de causa y efecto. No hay manera de evitarlo: cada vez que elegimos una acción, sin pensarlo o imaginarlo, elegimos las consecuencias de esa acción.

Cosechamos lo mismo que sembramos. Si plantamos semillas de alguna fruta, debemos esperar cosechar la fruta que plantamos. Los que siembran ira, deben esperar recibir lo que la ira efectivamente produce.

Al concluir podemos decir que la regla es que, cuanta más semilla se planta, más fruto se recoge. La Palabra de Dios aplica esta ley a nuestra forma de dar. Las personas que actúan con generosidad serán más bendecidas que aquellas que no lo hacen.  La Segunda Carta a los Corintios, capítulo 9 dice: “Recuerden lo siguiente: un agricultor que siembra solo unas cuantas semillas obtendrá una cosecha pequeña. Pero el que siembra abundantemente obtendrá una cosecha abundante. Cada uno debe decidir en su corazón cuánto dar; y no den de mala gana ni bajo presión, «porque Dios ama a la persona que da con alegría».  Y Dios proveerá con generosidad todo lo que necesiten. Entonces siempre tendrán todo lo necesario y habrá bastante de sobra para compartir con otros”.

 


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By Diario Cóndores del Baker

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