La fe es lo que provoca el mayor poder en el universo, porque es el modo por el cual el poder de Dios es liberado en la experiencia humana. En la Biblia, según la Carta de Hebreos capítulo 11, se nos enseña que: “Sin fe, es imposible agradar a Dios”.
Ninguna persona tiene los recursos en sí mismo para cumplir las demandas de Dios o para llevar a cabo la obra del Evangelio. Necesitamos el don de fe, porque la fe es el poder por el cual entramos en la nueva vida con Jesús. Esta fe, es lo que nos hace movernos para ejercitar la nueva vida de Dios en nosotros.
La fe no es una cuestión de la mente, sino que es un acto de la voluntad. Esto nos lleva a que sea inquebrantable y absoluta, nuestra confianza en Dios y su Palabra.
En la Carta del Apóstol Santiago capítulo 2, se nos dice lo siguiente: “Amados y amadas, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no lo demuestra con sus acciones? ¿Puede esa clase de fe salvar a alguien? Supónganse que ven a una persona que no tiene qué comer ni con qué vestirse y uno de ustedes le dice: «Adiós, que tengas un buen día; abrígate mucho y aliméntate bien», pero no le da ni alimento ni ropa. ¿Para qué le sirve?
Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil. Ahora bien, alguien podría argumentar: «Algunas personas tienen fe; otras, buenas acciones». Pero yo les digo: «¿Cómo me mostrarás tu fe si no haces buenas acciones? Yo les mostraré mi fe con mis buenas acciones». Tú dices tener fe porque crees que hay un solo Dios. ¡Bien hecho! Aun los demonios lo creen y tiemblan aterrorizados.
¿Acaso no te das cuenta de que la fe sin buenas acciones es inútil? ¿No recuerdas que nuestro antepasado Abraham fue declarado justo ante Dios por sus acciones cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ya ves? Su fe y sus acciones actuaron en conjunto: sus acciones hicieron que su fe fuera completa. Y así se cumplió lo que dicen las Escrituras: «Abraham le creyó a Dios, y Dios lo consideró justo debido a su fe». Incluso lo llamaron «amigo de Dios». Como puedes ver, se nos declara justos a los ojos de Dios por lo que hacemos y no solo por la fe.
Rahab, la prostituta, es otro ejemplo. Fue declarada justa ante Dios por sus acciones cuando ella escondió a los mensajeros y los ayudó a regresar sin riesgo alguno por otro camino. Así como el cuerpo sin aliento está muerto, así también la fe sin buenas acciones está muerta”.
La fe tiene un número de elementos muy importantes que están interrelacionados y que realmente necesitan mantenerse indivisibles, si hemos de considerar la importancia de este tema. Se podría decir que sin cualquiera de estos filamentos de fe, no hemos expresado plenamente lo que es ella, ni tampoco puede operar plenamente la fe en nuestra vida si falta uno o, cualquiera de ellos.
La fe es similar a una mano con cinco dedos. Para que funcionen bien nuestras manos necesitamos de sus dedos. La fe es la misma base de nuestra relación con Dios. No somos salvos por nuestra propia fuerza o justicia, sino por la gracia de Dios que es hecha real en nuestra vida por la fe.
La fe es la verdad, esto nos dice que hay algo definido sobre la fe. No sólo es importante que creamos, es importante lo que creemos. Existe un cuerpo de verdad que abarca la revelación de Dios a nosotros en Jesús. La fe no se apoya en una buena idea o en alguna experiencia emocional que hayamos tenido. Se apoya en la obra declarada y en la Palabra de Dios en Jesús.
La fe es un Don, este don es para ocasiones y necesidades específicas, nos abre a una capacidad y potencial que no pertenece a nuestra antigua manera de vivir. Es esta fe la que nos enseña la Biblia y, que mira lo imposible y dice: «será hecho».
Al finalizar podemos decir que la fe es vital, dinámica, eficaz y poderosa. Siempre que leímos sobre la fe en las Escrituras, es que algo poderoso está pasando. Los personas de fe han sido siempre aquellas que han conocido el secreto de cómo derribar los obstáculos. Han sabido resistir a los enemigos del reino de Dios. La fe nos capacita para creer la Palabra de Dios y la obediencia nos capacita para llevarla a cabo.