La autoestima es una opinión favorable, loable, prometedora y apropiada de nosotros mismos. Podemos tener un concepto demasiado alto de nosotros o demasiado bajo.
En la Carta del Apóstol Pablo a los Romanos capítulo 12, señala lo siguiente con respecto a la autoestima: ”Basado en el privilegio y la autoridad que Dios me ha dado, les advierto a cada uno de ustedes lo siguiente: ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado”
Quienes hemos llegado a ser discípulos de Jesús, somos especiales a los ojos de Dios. Dios, el creador del universo, vive en nosotros por su Espíritu Santo, de acuerdo a lo que nos dice la 1ª. Carta a los Corintios, capítulo 6: “¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por Dios? Ustedes no se pertenecen a sí mismo, porque Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honren a Dios con su cuerpo”.
Somos hijos de Dios, coherederos con Jesús y compartimos con El en su gloria, de acuerdo a lo que nos enseña la Carta a los Romanos capítulo 8: ”Así que como somos sus hijos, también somos sus herederos. De hecho, somos herederos junto con Cristo de la gloria de Dios; pero si vamos a participar de su gloria, también debemos participar de su sufrimiento”. También “a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos”. “Y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud”. En efecto, “podemos hacerlo todo a través de Cristo que nos fortalece” y “hemos sido levantados con Cristo y sentados en lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo Jesús”. Cada persona que tiene a Jesús en su vida, necesita equilibrar la grandeza de quién es en Cristo, con una aceptación humilde de lo que Dios quiere que seamos y lo que Él quiere que hagamos.
Dios nos hizo y nos conoció incluso antes que naciéramos. Él es lo suficientemente grande como para poder con nuestros mayores problemas y sacarnos de ellos. Si somos bajos, altos, gordos, delgados, feos, guapos, inteligentes, menos inteligentes, introvertidos o extrovertidos, deberíamos aceptarnos, porque esta es la manera en que Dios nos creó y nos hizo. Él sabe lo que es mejor y producirá lo mejor en nosotros si se lo permitimos.
Esto significará cooperar con El y por lo tanto no deberíamos estar contentos con hacer aquellas cosas que nos enseña la Biblia que son pecados en nuestra vida, ni con los problemas de nuestra vieja manera de sentir deseos que no son gratos para Dios. Debiéramos estar contentos de cómo fuimos hechos. Nunca hubo ni nunca habrá otra persona tal como nosotros. Los dones que Dios nos ha dado, o nos dará, la manera en que nos hizo, e incluso las circunstancias en que te ha puesto, todo aquello nos capacitará para hacer y llevar a cabo un trabajo que nadie más podría hacer tan bien como nosotros.
Desde la perspectiva de Dios, nosotros somos la mejor persona para la tarea que Él nos ha llamado a realizar. Hemos sido hechos y estamos siendo moldeados por Dios para esa misma cosa. Hemos sido hecho con un patrón que no se repetirá nunca, de acuerdo a lo que nos enseña la Biblia en la Carta a los Romanos, capítulo 9: “¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: “¿Por qué me hiciste así?” ¿No tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro unas vasijas para usos especiales y otras para fines ordinarios?
Al finalizar les reafirmo que, Dios nos hizo. Por lo tanto, no deberíamos empuñar las armas contra la hechura de Dios. No deberíamos jamás, entonces, odiarnos ni tener ninguna amargura o resentimiento contra Él por habernos hecho de la manera que somos. Esto causaría tristeza, angustia y dolor emocional al Espíritu Santo de Dios en nosotros. Dios acepta toda la responsabilidad por nuestra creación, pero nuestro desarrollo y destino final depende de nuestra cooperación con El. Por lo tanto, dejemos de actuar de manera pecaminosa, ya sea de pensamientos y hechos, o solamente de pensamiento. ¡Es nuestra elección!